CATALEJO

OPINION LIBRE PERMANENTE SOBRE EL DIA A DIA. AUTOR JUAN SIMON CANCINO PEÑA, COMUNICADOR PERIODISTA. BOGOTA COLOMBIA.

Wednesday, July 16, 2014

Volveremos, volveremos, volveremos otra vez

 
Por: Juan Simón Cancino Peña. 

Que los segundos se vuelvan eternidades repetidas y un para siempre quede convertido en un instante, que el televisor sea tres campos de batalla en una sola jornada, que los guerreros que pelean esas batallas  épicas tengan por únicas armas sus pies con los que esculpen ese grito llamado gol, que las lágrimas derramadas por un himno que jamás entenderemos sean un ritual de admiración, eso, y un millón de plegarias que se ahogan con un tiro en el palo, y otras tantas promesas que se hacen con el corazón en la boca, eso, eso es un mundial de fútbol.   

Cómo me habría gustado despertarme esta mañana en el cuento de Monterroso y comprobar que aún Arjen Robben estaba allí, con esa su pierna izquierda que parece el vendaval con el que zarandea el navío de sus rivales; y que  todavía estaban allí los alemanes con sus pases de metrónomo en tiempo de corcheas y Philipp Lahm con sus 48 pulmones y sus ojos de mosca que ven para todos lados.

Pero ya no escuché el murmullo ensordecedor de los argentinos rumoreando la marcial introducción del himno de su patria, como tampoco a los brasileros cantando el suyo  incluso cuando la pista había terminado como si por acuerdo tácito hubieran decidido alargar su agonía; ya nadie tenía la cara pintada a la espera de ese segundo de gloria en el que por fin la pantalla que tanto mirara de soslayo le regresaría su propia imagen repetida en cientos de millones de televisores alrededor del mundo, y tampoco estaban esos niños que tendrán 
para contarle a sus nietos que algún día salieron al campo de juego tomados de la mano de sus ídolos.

La historia cantará una de sus letanías a Colombia, ese país del extremo norte de Suramérica que luce como embutido a las volandas en el Pacífico y en el Atlántico, que por fin en Brasil 2014 habrá dejado de ser una anécdota en la historia de los mundiales, un inmarcesible relato de caídas sin levantadas, para ocupar el lugar del que recién aprende a balbucear el vocablo gloria.

Vendrán 47 meses sin mundial, que sin embargo no serán perdidos del todo, pues con la caída del telón regresarán a su país aquellos que rodeados de una caterva de beodos y frente a una cámara de televisión, esperaban que desde el estudio les dieran el cambio para preguntar aquello que ni el propio Marcel Proust  habría preguntado mejor: ¿Nombres y apellidos? ¿De qué ciudad vienen? Y ¿Cuál es su resultado para el partido?.

En Rusia rodará de nuevo el balón en 2018, y si como se dice es cierto ese refrán popular según el cual una situación negativa es apenas comparable con una semana sin carne, entonces no hay exageración en decir que no hay cosa más difícil que 47 meses sin mundial.  Y como el fútbol está hecho casi por entero de cosas bellas, siéndolo también aquellas que nos arrancan lágrimas de tristeza, nada raro  que el adolescente que ayer lloraba la derrota  en la favela más pobre de Brasil sea el próximo en levantar la copa para su país.