LA PALABRA Y EL NEUROMARKETING
Catalejo
LA PALABRA Y EL NEUROMARKETING
Por: Juan Simón Cancino Peña
Según la tradición judeocristiana, en el comienzo de los tiempos la palabra se hizo mundo y luego el mundo se hizo palabra, porque ese Dios omnisciente, omnipotente y omnipresente, y tan vanidoso como tirano, se tomó siete días con sus noches ordenándole a su ego con sus perlocuciones imperantes que se hicieran la luz, el sol y las estrellas, los mares, la tierra, los animales, y por último creó a una criatura capaz de dar testimonio de su infinita bondad, y que mejor para tal fin que dotarla con el don de la palabra para custodiar su legado y para glorificarle a través de todos los tiempos.
Y así como la palabra está en la génesis de la creación, a través de su uso vive la memoria de la cultura; gracias a su poder el género humano se articula como sociedad, guarda los recuerdos del pasado, glorifica a sus héroes y castiga a sus villanos, le rinde culto a sus dioses y proscribe a sus demonios. Tal vez es por eso que los juicios de la historia, no son más que el pasado hecho palabras interrogando al futuro, la voz de la consciencia del presente, las miles de formas de interpretar y contar de nuevo la historia. El pretexto inveterado de escudriñar en lo más profundo de nuestras bajas pasiones y en todo aquello que nos engrandece como depositarios del derecho para narrar lo vivido por otros.
Pero las ciencias naturales con sus leyes universales y sus juicios absolutos, en uno de sus tantos intentos por cuantificar, medir, categorizar, ordenar y estandarizar los sentimientos, sensaciones y emociones, acude a un sincrético eufemismo con delirios de ciencia que con rimbombancia neologista denominan neuromarketing, que es la suma transdisciplinar del marketing y la neurología, que grosso modo se aplica con una persona a la que se le conectan como si se tratara de un enfermo Terminal una serie de electrodos en la cabeza; luego se la somete a un bombardeo inmisericorde de imágenes, y con base en los impulsos nerviosos o en las señales eléctricas que envía el cerebro, se determina qué imágenes fueron de buen o mal recibo por parte del bípedo ratón de laboratorio, información que luego es procesada, analizada y usada para el diseño de estrategias de mercadeo.
La palabra como acción no solo nos permite a los seres crear a través de su uso, sino que además nos dota de la posibilidad de subjetivar la realidad; es decir, de dar cuenta de nuestras opiniones y expresar nuestras percepciones, de tener consciencia de nuestra propia existencia. Un millón de personas bien podríamos presenciar el mismo acontecimiento, pero con total seguridad todos lo contaríamos de formas distintas; tal vez hay tantas esencias de nardos como seres humanos con la capacidad de percibir sus atributos sensibles al sentido del olfato, y de ello damos fe a través de la palabra.
De pronto el orgasmatrón que soñara Woody Allen en “El Dormilón” esté a punto de dejar de ser una sátira del futuro, y la retórica de la conquista hecha de dulzones vocablos que prometen cielos insospechados, turgencias que intranquilizan la carne, pieles de seda que rinden a los sentidos, voluptuosidades que retan a la perfección de la simetría, hormonas que vencen nuestras más férreas convicciones, sean reemplazadas por la psicoginecotrónica, que sumará los esfuerzos de la ginecología, la electrónica y la psicología, para inventar fetiches que nos provean del placer suficiente sin la engorrosa necesidad de pasar por la palabra como arma de seducción.
En manos de ciencias sociales como la comunicación, la educación, la sociología, la antropología, la psicología, la historia, y todas aquellas formas del pensamiento que mediante la tradición narrativa ya sea escrita u oral tienen el propósito de salvaguardar los rasgos de la cultura, no podrán perder de vista que su quehacer tendrá mayor validez en la medida que preserven el sentido de humanidad, manteniéndolo a buen resguardo de la lógica de los paradigmas deterministas, que continúan viendo en los seres humanos medios y no fines en sí mismos, y como ejemplo la mercadotecnia se erige como bastión de lujo.
En algunos siglos los profetas del pretérito que los hay en todas las épocas, quizás los palenteoantropolingüistas, valiéndose tal vez de un neurocomunicatrón, darán a conocer a los miembros de su comunidad académica y científica, que los seres humanos durante milenios se contaban sus vidas con sus alegrías y fracasos a través de una extraña forma de comunicar compuesta de una especie de articulaciones verbales que llamaban palabras y que emitían a través de la boca, y extrañadísimos de tan novedoso hallazgo, los genetinutriciobiólogos dirán que por coincidencia por esa misma mucosa inservible también comíamos, y entonces la palabra que es la memoria de la memoria, será otra Piedra de Rosetta a la espera de un nuevo Jean François que desencripte los secretos que grita.
Escribe Juan Simón Cancino Peña.
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