¿No preparados?
Sin derecho a la verdad
“El país no está preparado para conocer la verdad”. Esta maravillosa perla fue proferida hace algunas semanas por Luis Carlos Restrepo, durante una de sus memorables y elocuentes intervenciones, en su tonito de esquizofrénico. Vaya contrariedad con este psiquiatra orate, con la que a modo de cortina de humo, pretendía decirle al país, y para proteger sabrá Dios a quién, que los crímenes cometidos entre políticos y paramilitares deberían permanecer en el olvido. Lo raro, ¿o no?, es que tal desfachatez haya sido propuesta por el encargado por el presidente, de liderar los diálogos de paz.
Sería bueno recordar una de las máximas de Emmanuel Kant, cuando en su Crítica de la Razón Pura, expone que uno de los elementos determinantes en la vida de los hombres y de las sociedades, es permitirles pensar por si mismos. Entonces el señor Restrepo, como gobernante antidemocrático que es, se toma el atrevimiento de decirle a muchas de las víctimas de esta guerra que mata a Colombia, que no tienen derecho a pensar por si mismos, y tampoco a saber la verdad, y que acaso él con su enorme sabiduría dirá cuando el país esté preparado para tal cosa.
Alguna vez el libretista y guionista de televisión Dago García, decía que en Colombia la gente olvidaba porque le tocaba hacerlo como mecanismo de defensa, dado que a veces los recuerdos eran tan dolorosos que resultaba mejor echarlos a la caneca de la basura, o porque los acontecimientos ocurren con tal vértigo, que lo que ayer resultaba como un suceso de gran impacto, al día siguiente era reemplazado por otro igual o más fuerte, y que esa dinámica de los hechos nos había privado del derecho a recordar.
Hasta que punto ese argumento que conciente o inconscientemente se nos ha vuelto pretexto, es válido cuando de resarcir a víctimas de un conflicto se trata, o incluso cuando lo recordado se vuelve referencia de lo que no se debe hacer, y despreciamos esa premisa histórica, según la cual los pueblos que olvidan su pasado están condenados a repetirlo, y con ello olvidar que de la memoria puede depender que un pueblo lacerado recomponga su tejido social. Quizás si la vida y el conflicto armado en Colombia fueran un simple guión de cine, sería fácil reemplazar recuerdos como el dramaturgo que olvida los diálogos de Hamlet porque a la semana siguiente tiene que aprenderse los de Otello.
Saber la verdad implica recordar pasajes crueles, es verdad, y saber la verdad en el caso de la parapolítica en Colombia, es fundamental en la medida que las víctimas de masacres, extorsiones, violación a los derechos humanos y todos los delitos de lesa humanidad que aquí se han cometido por cuenta de la guerra, deben ser resarcidos en la medida que las circunstancias lo permitan, porque si bien retornar a la vida a alguien que ha muerto es tarea imposible, no lo es saber quien determinó una masacre o la ejecutó, o a quien no le gustaría que le devolvieran la parcelita de la que dependía el sustento de su familia, la que un buen día un fulano se la robó porque se le dio la gana.
Sería prudente recordarle a tanto funcionario del gobierno central, tan acostumbrados a decir estupideces, que ellos no son más que un simple engranaje, que representan el mandato soberano de millones de ciudadanos, y que por lo tanto, están obligados a responderle a la sociedad de acuerdo a principios universales de derechos y deberes, en el marco del estado social de derecho en el que se supone que vivimos, y no con base en sus mentalidades parroquianas, a través de las cuales ven al pueblo como una gleba insurrecta, a la que creen cobijar con la benevolencia de su heteronomia
Ojalá esté lejos el día o que nunca llegue, que nos salgan con el cuentico de que como aquí no estamos preparados para saber la verdad, mucho menos lo estaremos para vivir en democracia, y que en virtud de tal cosa, será mejor dejar al autócrata que ya tenemos, para que perpetúe su monarquía, y que piense por todos porque no estamos preparados para hacerlo por nuestra propia cuenta, y que legisle y además administre justicia, porque nadie en este país aparte de él y de quienes lo rodean están preparados para ejercer todos sus derechos con autonomía.
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