CATALEJO

OPINION LIBRE PERMANENTE SOBRE EL DIA A DIA. AUTOR JUAN SIMON CANCINO PEÑA, COMUNICADOR PERIODISTA. BOGOTA COLOMBIA.

Wednesday, November 08, 2006

Transmilenio


A lo hecho Metro..........

En diciembre del año dos mil, la ciudad de Bogotá palpitaba de emoción, pues uno de sus más conspicuos tecnócratas, longilíneo él para mayores señas, de aristocrática pelambre en la faz, y de modales y acento de arcano ultramoderno, con la convicción de quien regala algo a la chusma, y por ello se hace merecedor por parte de ésta del agradecimiento eterno e incondicional, le anunciaba a la gran urbe, la entrada en funcionamiento del nuevo medio masivo de transporte, que con estrambótico nombre homenajeaba el discurrir de un milenio a otro.

Y es que la emoción no daba para menos, con los nuevos buses articulados, que como saetas rojas se pavoneaban orondos por las inmejorablemente pavimentadas nuevas troncales. Atrás quedarían los eternos atascamientos de tránsito y las incomodidades de “esas viejas cafeteras” en las que se viajaba como metido en una lata de atún, y los elogios continuaban: que bueno ver por fin chóferes bien vestidos y buses en los que si daban ganas de montarse, y no a esos indios de antes en sus carromatos de la muerte.

Y como todo villorrio requiere de bufones, no faltaron entre aquellos, áulicos del demiurgo burgomaestre, quienes en desafiante mentís se les llenaba la jeta diciendo que ahora si para que metro, si el Transmilenio había salido diez veces más barato, sin necesidad de tumbar la ciudad por arriba y por abajo: ahora si donde estás París pueblucho inmundo que no te veo; cual New York capital del mundo, si aquí está tu tatequieto, la Atenas suramericana, y si en Medellín tenían Antioqueñita y el metro, aquí teníamos Los Cucaracheritos y Transmilenio.

Poco faltó para que los notables patricios de entonces, previa consulta popular por supuesto para que fuera más democrático, que con los recursos ahorrados de tan magna obra, no sin antes despejar “El Cartucho” y “San Victorino” para tales efectos, solicitaran cotización ante los gobiernos gringo y galo, en el noble propósito de adquirir La Estatua de la Libertad y La Torre Ifel e instalarlas en sus nuevos y extercermundistas nichos, para ahora si vivir en la ciudad que decían merecer los arribistas venidos a menos y los menos venidos a arribistas.

Pero como la gentil doncella que recién casada se extiende trémula sobre el tálamo nupcial para ser objeto de los mejores tratos, y luego de pasado el tiempo su consorte olvidado del candor primero la eleva a la dignidad de trapero de la marital estancia, dejando mostrar al fin su verdadero rostro, el mismo que hoy nos muestra transmilenio, novio otrora enamorado, que primero empalagó y luego maltrató, que hoy nos trata como gata a gato que ha calmado su arrebato, como el que usa ofrecer el oro y el moro para poder meter, y después de metido no cumplir lo prometido.

Cuanta decepción palpable, cuando las láminas de las estaciones ponen en máxima alerta los tobillos de los caminantes, quienes a riesgo de su propia integridad se desplazan como el que pisa huevos, porque ya le pisaron los suyos, por temor de ir a parar al lado de las placas de relleno fluido de diez años de garantía, que en menos de siete ya han sido remendadas más de cinco, o será que eran años mercurianos, tableros con indicadores de frecuencia de ruta suprimidos , quizás para que la gente no midiera la mentira, mapas de ruta que requieren de ojos biónicos para ser leídos, eso si el mártir logra salir indemne del articulado, ellos con la ropa que llevaban puesta y ellas con su virginidad intacta

Para completar la faena, cuanta delicia implica abordar esos anteriormente vilipendiados “intermedios” y ahora “alimentadores”, con sus recorridos paquidérmicos por trochas periféricas y suburbanas que eufemísticamente la gente llama las calles de sus barrios, por donde mejor transitaría una mula, si las mulas que las pavimentaron, y las que contrataron a las que pavimentaron, y las que pagaron el contrato para que pavimentaran al menos hubieran hecho en forma regular su trabajo. Acaso nos pasaría como al bobo de la televisión: ¡uy, nos da la impresión de que nos volvieron a tumbar!

Siendo Bogotá el polo de desarrollo más importante del país, lo menos que se puede pedir para la ciudad es un sistema masivo de transporte a la altura de una capital de nación, como el metro, en donde Transmilenio haría su decoroso papel de sistema auxiliar, accesible en plenitud para las personas con discapacidad y otros grupos vulnerables, de fácil, cómodo y rápido traslado sin importar el lugar de la ciudad donde se esté, y sobre todo, con una obra en la que se le cumpla a la gente con las expectativas y donde ninguna alcaldada permita que se nos saque del bolsillo la plata con total impunidad y luego nos salgan con cualquier chambonada.

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