CATALEJO

OPINION LIBRE PERMANENTE SOBRE EL DIA A DIA. AUTOR JUAN SIMON CANCINO PEÑA, COMUNICADOR PERIODISTA. BOGOTA COLOMBIA.

Friday, February 18, 2011

EUFEMISMOS DIVERSOS

Por: Juan Simón Cancino Peña.

Pareciera que una de las estrategias de nuestros tecnócratas para hacerse visibles con sus aportes, pasara por apropiar nuevos términos para referirse a los hechos que tienen lugar en sus ámbitos de influencia, como si con sus nuevas palabras estuvieran resignificando la realidad, o avanzando en nuevas comprensiones respecto de los problemas que aquejan a las sociedades modernas; y desde luego no faltan los incautos que caen en la trampa de los lenguajes que creen políticamente correctos, pero que en nada cambian la forma de darle nuevos sentidos a las realidades que los rodean.

En el lenguaje de la guerra cuando un avión militar lanza un misil y este impacta a una escuela y mueren niños, un atroz asesinato queda en la categoría de daño colateral; los propietarios de la tierra que son expulsados a la fuerza de sus territorios, pasan de víctimas a emigrantes, tal y como lo señalara un ex asesor presidencial que se autodenomina analista político; los cientos de miles de personas que a diario invaden calles y andenes con cuanta chuchería existe no son desempleados, son parte de la economía informal y por eso en las estadísticas no son considerados como desempleados, cifras que sirven para justificar la baja en las tazas de desempleo.

Hace carrera por estos días en el ámbito de la discapacidad uno de esos tantos eufemismos, según el cual no existe la discapacidad si no las capacidades diversas. En primer lugar si se trata de capacidades diversas, todos los seres humanos, independiente de nuestras particularidades tenemos capacidades diversas, pero no por eso todos los seres humanos vivimos condición de discapacidad. De otro lado, creer que las capacidades de las personas con discapacidad son comprensibles con base en sus limitaciones, es prejuicioso y por ende discriminante, porque es suponer que las capacidades se explican a partir de las limitaciones y no con base en las actitudes y aptitudes individuales, que están determinadas por condiciones específicas explicables con base en la estricta condición de humanidad y no en la de discapacidad, y que en el caso de las personas con discapacidad no es superior o inferior a las del resto de los mortales.

Más preocupante resulta reducir la discapacidad a una cuestión de capacidades, más aún si esto implica la anulación de las personas con discapacidad como individuos políticos con la expectativa de ejercer ciudadanía; es decir, es una instrumentalización de la persona, que tiene validez social en la medida que desarrolla competencias medibles y observables por un tercero, pero que no existe como agente con determinada ideología, que sus luchas de reivindicación son estériles, todo porque tiene capacidades diversas, como si esto se tratara de aprender a hacer traperos, para que alguien diga después que están bien hechos, y que así queda demostrada la capacidad diversa.

La discapacidad, así haya sido usada con propósitos perversos por personas con y sin discapacidad, es una realidad social y sobre todo cultural, y la negación de su existencia con base en argumentos como el de las competencias diversas o como el de la prevención de la discapacidad, generarán sin duda nuevas formas de discriminación con base en la negación de los seres o del ocultamiento de los argumentos; otra explicación que en este orden de ideas será necesario dilucidar, es si la discapacidad está solo en el entorno, como si se tratara de algo inmaterial o solo estuviera supeditado a las creencias de las personas, lo que resulta tanto como atribuirle al hecho de ser pobre una mentalidad de pobre, como si la pobreza material fuera una invención de mentes calenturientas y resentidas y no algo que tiene lugar en el mundo objetivo.

Siguiendo con el eufemismo de las capacidades diversas como negación de la discapacidad, en ese sentido podríamos decir que lo afro bien podría ser reducido a un asunto de mayor o menor cantidad de melanina, que el ser gay es asunto exclusivo de simples preferencias sexuales, que la condición de desplazamiento desaparece con un rancho de latón en los suburbios de las ciudades y un trabajo mal pago, y que las luchas de los movimientos feministas quedan resueltas con leyes de cuotas, eso por dar solo unos cuantos ejemplos. Y dónde quedan entonces los derechos de las personas, su capacidad para confrontar desde sus argumentos, porque sus luchas son más que la simple aceptación de preferencias, porque de lo que se trata es de transformar la cultura con base en la trascendencia de los seres, pero no como objetos, si no como eso, como seres que sienten

Juan Simón Cancino Peña.

Labels:

Thursday, February 03, 2011

GENERAL, YA NO SALVE MÁS USTED LA PATRIA

Por: Juan Simón Cancino Peña.

Su dicción sin duda raya en la perfección, sus palabras dotadas de una elocuencia rara en los que lo antecedieron y sucederán es notable, los pliegues de su uniforme verde oliva destacan por su pulcritud, sus blasones que luce con orgullo parecen las heridas exhibidas por un luchador griego, su apostura es la de un héroe de la patria, las estadísticas de su gestión hablan de él como de alguien imprescindible, las luces y los micrófonos claman por su presencia como si se tratara del protagonista de novela del momento, las señoras enloquecen como otrora por la autoridad que subliman sus ropajes y su varita de mando, y él está convencido que encarna esos y muchos otros encantos y virtudes.

Es por eso que me tomo el atrevimiento de civil insubordinado, de rogarle al General Oscar Naranjo, comandante de la policía, que por favor desista de su intento epopéyico de querer salvar la patria, y que se dedique a la farándula o a la política, en cuyas actividades tiene probadas competencias. Para la primera, cuenta con todas las características de un histrión, porque es amable con los medios e interpreta el papel del mejor policía del mundo con naturalidad; como político, es experto en decir lo que la gente gusta de oír, y cuenta con un discurso nutrido de un amplio repertorio de sinónimos y antónimos, aunque en el fondo pocas veces diga algo de importancia.

Cuenta además el general con la gloria de aparecer en un ranking, que por ser realizado allende las fronteras por los hermanos superiores del norte, se convierte en algo así como palabra divina porque carentes de autonomía como sociedad, nos seduce el encantamiento que otros nos midan, pesen, cuantifiquen, cualifiquen, premien, subordinen, y somos felices porque alguien dijo en otra lengua que una fulana de Riohacha o Leticia apareció entre las mejores cincuenta de no sé qué escalafón, o porque un hijo de vecina originario de las costas del caribe o de las selvas amazónicas apareció en una escena de no sé qué película limpiando la nave del protagonista; y así nos comportamos como sociedad, a la espera que otros nos dicten el lugar que suponen debemos ocupar en la historia.

Tal vez quienes fabricaron el policidómetro para escoger al mejor policía del mundo, olvidaron que la inseguridad en las ciudades de su país de origen, que por principio constitucional es su responsabilidad, anda manga por hombro; que los ciudadanos se sienten a merced de los delincuentes, que comandos armados urbanos con armas de largo alcance y entrenamiento militar irrumpen en el momento menos esperado, que el tráfico de narcóticos es práctica habitual, que el fleteo en bancos y robos a viviendas es amenaza constante, todo mientras el mejor policía del mundo se sienta a manteles con misiones diplomáticas extranjeras para decirles al oído, lo que no se atreve en su país, quizás porque desconfía de esas instituciones que juró defender en el ejercicio de su deber, intenciones que descubriremos cuando inventen el hipocridómetro.

Mientras el general parece embrujado por los cantos de sirena que rinden multitudes a sus pies, el periodista Alfredo Serrano, investigador de la cultura de la ilegalidad, decía hace pocos días que según sus cálculos en Colombia setenta de cada cien policías son corruptos, a lo que yo agregaría que hay indicios que parecen indicar que aún quedan agentes honrados, porque en lo particular, no me ciento protegido por la policía, como tampoco creo eso que los actos de corrupción son protagonizados por unas cuantas ovejas verdes descarriadas, y que en eso influye el tipo de doctrina, porque si bien de forma explícita a nadie entrenan para infringir la ley en la policía, el ejercicio del poder a través de las armas, es corrosivo para cualquier sociedad, más aún si quienes lo ejercen lo hacen como forma de escapar del desempleo y la miseria sin mayor vocación.

General, ya probó usted con sobradas creses que la seguridad en los centros urbanos le quedó grande, que la corrupción del cuerpo armado que comanda supera su capacidad de gestión, que la delincuencia organizada no es un fenómeno esporádico como usted afirma si no que obedece a un problema estructural de orden público que la policía no está controlando, que la desconfianza de los ciudadanos en torno a quienes debieran protegerlos sigue en aumento; por esas y muchas otras razones, por favor general, renuncie y láncese a la política, y si es desde el último piso del Ministerio de Defensa mucho mejor, o sométase a un juicio público, sin escudarse en el torpe argumento que los éxitos de la policía son triunfos de la institución, y que los actos de corrupción son hechos aislados que comportan sólo responsabilidades individuales.

Juan Simón Cancino Peña.