CATALEJO

OPINION LIBRE PERMANENTE SOBRE EL DIA A DIA. AUTOR JUAN SIMON CANCINO PEÑA, COMUNICADOR PERIODISTA. BOGOTA COLOMBIA.

Wednesday, February 20, 2013

¿Y quién es el culpable?



Por: Juan Simón Cancino Peña

Cuando según mis cálculos había llegado el momento indicado levantaba el brazo, y entonces María Elena, esa descendiente de africanos, vital como una ceiba, fornida como un toro, gritona como un trueno que era mi profesora de sociales, geografía y no sé cuántas cosas más me preguntaba qué se me antojaba ahora, yo con el último aliento de mi voz pueril le pedía permiso para salir al baño, y entonces me decía que fuera pero sin demorarme, mientras a regañadientes me increpaba porque según ella mi próstata era la de un viejo de 70 años.
Una vez en el baño sacaba de mi bolsillo ése alucinante artilugio llamado radio, y a través de los audífonos tenía contacto con aquello que era el objeto de mi ansiedad; desde el otro lado del atlántico a miles de kilómetros escuchaba las voces exultantes de Alfredo Castro y Rubén Darío Arcila, que con sus gargantas atragantadas de lágrimas y sus palabras de artesanos describían las glorias de un Jardinerito, que con su pedaleo incesante y un pedazo de panela se tragaba las montañas de los Alpes y los Pirineos de Francia.
La imagen de fines de semana de esos ciclistas en la pantalla vacilante y lluviosa del único televisor de mi casa, y los relatos de sus hazañas de gladiadores medievales constituyen algunos de los recuerdos que están grabados en mi alma con la tinta indeleble del pasado que se resiste a perderse en la abulia de las experiencias intrascendentales.  Cómo olvidar la cara ensangrentada de “Lucho” Herrera en Saint Etiènne en 1985 venciendo a Bernard Hinault, uno de los mitos del ciclismo en todos los tiempos, o aquel 15 de mayo de 1987 cuando se coronó como campeón de la vuelta a España en El Paseo de la Castellana en Madrid.
Pero a la usanza del matasanos que dictamina cambiar las sábanas para erradicar la fiebre, o del genio de la política que propone proscribir la democracia porque las personas hacen mal uso de sus derechos, ahora El Comité Olímpico Internacional (COI) contempla la posibilidad de eliminar el ciclismo de la programación oficial de los juegos olímpicos y paralímpicos a partir de Río 2016, ante los escándalos de doping que tienen en el pedalista norteamericano Lance Armstrong su más visible protagonista.
El COI, una de las trasnacionales más poderosas del planeta junto con la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), se comporta como un clan mafioso o una enorme estructura dictatorial, pues eliminar el ciclismo de las justas deportivas más importantes del planeta implica suponer que es éste deporte el culpable de los problemas de doping y no los deportistas que lo ejercitan, lo que de contera trae otra suposición más dañina según la cual con su proscripción se eliminarán las faltas cometidas por los seres humanos asociadas a su práctica.
El ciclismo como cualquiera otra práctica deportiva es patrimonio de la humanidad y nunca propiedad de un organismo por influyente que éste sea o por brillantes que resulten quienes lo regentan, y es patrimonio de la humanidad por su historia, por la grandeza de los héroes que lo han practicado, por la cultura que lo rodea y los significados sociales que le dan sentido, por la interacción humana que se gesta en su entorno, y por los proyectos de vida que se tejen con la filigrana de las bielas  que seguirán zurciendo a pedalazos las carreteras del mundo con bordados de sangre y llanto como las del jardinerito que un día me enseñó lo grande que es el mundo y lo infinito de la imaginación.

Sunday, February 03, 2013

¿Por quien toman partido los medios?


Por Juan Simón Cancino Peña

Era el presidente de la república, el primer magistrado de la nación, el elegido para conducir esa nave del olvido a punto de encallar en el lodazal de su propia sangre llamada Colombia; se trataba ni más ni menos de un asustadillo delfincillo con abolengos en el azul de metileno bautizado como Andrés Pastrana para evitar equívocos, que esa jornada en afrenta al que fuera su anterior oficio y ante sus antiguos colegas les dijera con su inusual tono de autoridad que no podían ser neutrales en la forma de informar sobre el conflicto porque estaban en la responsabilidad de tomar partido por el gobierno.

Y en el otro lóbulo, el izquierdo por fortuna, la voz del sabio maestro advirtiendo con serenidad que el decir del periodista no se guía por cantos de sirena, y que en la escala de valores del oficio antes que la imparcialidad, la neutralidad, la objetividad, la subjetividad están la honestidad y el juicio crítico, y que si de tomar partido se trata entonces que sean los hechos con su implacable elocuencia los que dictaminen el curso de la historia y marquen los principios éticos del derecho que tenemos los ciudadanos a recibir información de calidad.

Y justo cuando pensaba en lo dicho y me devanaba  los sesos intentando desmadejar la telaraña viscosa de mis ideas desordenadas, por la pantalla de esa especie de Dios todopoderoso que funge como maestro de muchos niños y por el que circula la opinión publicada que no es lo mismo que la opinión pública, apareció la imagen de la desapacible pareja leyendo el telepronter con soberbia demostración de objetividad que ya se quisieran para sí los más avanzados robots de la NASA.

Ella, Enfundada en su saco rojo de señorona y orgullosa de su corte de pelo en medialuna que sin duda da cuenta de su distinguido pedigrí, advirtió que a continuación informarían sobre los actos terroristas de la guerrilla y las acciones militares del ejército; y él, con su carita abotagada y sonrosada, y su papada sanguinolenta, y su vestido cortado a la medida que más parecía envolverlo que vestirlo, hizo mención con inflexión acezante de no sé qué subversivos dados de baja por el ejército y de no sé qué soldados y policías asesinados cruelmente por la guerrilla.

Y al cambiar el canal, y al correr el dial, y al pasar las páginas, los síntomas se convirtieron en esa pandemia con forma de doctrina política de extrema derecha que poco a poco aniquila las reducidas defensas de lo que otrora se denominara con buen juicio como línea editorial, dejando a su paso sus efectos devastadores: en lugar de periodistas hay agitadores políticos, el contraste de fuentes a quedado reducido a la consulta de activistas a fines al agitador que entrevista, y la investigación periodística ha sido reemplazada por la propaganda electorera.

Es ése mismo periodismo que justifica la barbarie de la fuerza pública con el prurito de los falsos testigos o de las pocas manzanas podridas, y que construye el imaginario que cuando son guerrilleros los que cometen atrocidades similares se trata de una entidad indivisible en la que todos sus miembros son asesinos inmisericordes; ese mismo periodismo el que ante situaciones iguales decide quienes son los héroes de la patria y quienes los bandidos.

Tal vez el proceso de paz de La Habana además de ser una oportunidad histórica para resolver el conflicto que por décadas ah tenido enfrentado al gobierno con las FARC, se constituya en el pretexto para desterrar a ese periodismo que acude a explotar las emociones de sus usuarios, para convertirse en una consciencia colectiva que ayude a comprender desde el uso de la razón los grandes problemas de Colombia, y para que las invariables baladronadas de los mismos fulanos que atiborran los contenidos de los medios sean reemplazadas por las miles de voces y rostros anónimos que de seguro ven el mundo desde perspectivas políticamente incorrectas pero deliciosas.  <>