CATALEJO

OPINION LIBRE PERMANENTE SOBRE EL DIA A DIA. AUTOR JUAN SIMON CANCINO PEÑA, COMUNICADOR PERIODISTA. BOGOTA COLOMBIA.

Wednesday, October 11, 2006

Los morales


El seminarista de los ojos turbios

Con un sentimiento que no puede ser otro que el del desprecio extremo, la semana pasada presenciamos a través de la televisión las declaraciones de un delincuente que se hacía pasar por sacerdote, aunque hoy por hoy la diferencia no es que sea mucha en un buen número de casos, en las cuales el fulano confesaba con senil desfachatez en un inglés patético, -desde las mismas tierras del Tio Sam, allí donde con desinterés manifiesto se lucha con tanto esmero en favor de la libertad -, cómo había violado a dos adolescentes en un seminario de Bogotá, con quienes el pervertido cura ejercía oficios dizque de guía espiritual.

Resulta deleznable la interpretación tan oprobiosa que el cura Efraín Rozo hizo de las Escrituras bíblicas, cuando en (Mateo 19: 13-15), Cristo le ordena a sus apóstoles que le permitiera a un grupo de niños acercarse a él diciéndoles: “dejad que los niños vengan a mi, porque de los tales es el reino de los cielos”. Curita Rozo, Jesucristo, el maestro de maestros, quería los niños a su lado para brindarles el reino de los cielos y cubrirlos de bienaventuranzas, no para quitarles la honra y estuprarlos tal y como usted lo hizo.

Y como si la infamia no conociera límites, con inflexión de maricón consagrado, el Cardenal Pedro Rubiano, si, el asesino de palomas, desvirtuó con increíble desvergüenza las acusaciones de los dos abusados, quienes ante la inoperancia de la justicia colombiana y la alcahuetería del clero en muestra irrebatible de unidad de cuerpo , se vieron obligados a salir del país, porque aquí nunca nadie decente en la curia o en la administración de justicia, que sería extraño que existiera, se tomó el trabajo al menos de escucharlos.

Pero que se puede esperar de un aparato nepótico, arcaico e inoperante como el de la Iglesia Católica, o caótica para mejor decir, en donde un seudo cardenal como Alfonso López Trujillo se atreve a decir que utilizar condón es inapropiado , porque según un estudio que solo el conoce o que ninguna comunidad científica realizó nunca, que es lo más probable, afirma que el látex no es un material confiable para la fabricación de preservativos, un avejentado régimen en donde hombres que jamás han compartido vida conyugal, osan impartir cursos prematrimoniales; como anillo al dedo viene el chascarrillo: “el cura predica, pero no practica”, todo en aras de un controvertible principio doctrinal como el celibato.

Pues bien Cardenal Trujillo, para no especular como usted lo hace con tanta frecuencia, según el historiador Tzvetan Todorov en “La Conquista de América”, en los primeros siglos de la conquista, con una mano en la cruz y la otra en la espada, entre La Santa Inquisición y las imposiciones evangelizadoras, su Santa Madre Iglesia Católica, asesinó a más de ochenta millones de indígenas en todo el continente americano, la misma iglesia a la que usted defiende con sospechosa obstinación, en una carnicería humana que si somos rigurosos pocos antecedentes similares encontraríamos.

Pero que se puede esperar de una secta de sátrapas, quienes al escuchar la palabra aborto se rasgan las vestiduras, y proponen movilizaciones ciudadanas para proteger el derecho a la vida, pero tan pronto como se habla de un sacerdote pedofílico, se hacen los de la vista gorda, contestan con evasivas al extremo del cinismo. Señores, hoy no tienen autoridad moral para juzgar a nadie en esta sociedad, en la que aunque parezca irónico y a ustedes les moleste mucho, gracias a Dios vivimos en un Estado laico; primero limpien la podredumbre que se les metió en su casa y que ahora vomitan por boca y nariz y luego nos dan la cara.

Como esta afrenta tiene que ser pagada de alguna forma, propongo que desde la fecha, ningún feligrés le vuelva a dar un céntimo de su dinero a ningún cura, sea inocente o culpable, para darles donde más les duele y quitarles lo que realmente quieren de la gente, su dinero, hasta tanto sean ellos mismos quienes denuncien ante la opinión pública a los malandrines con sotana a los que con tanto esmero han protegido desde mucho tiempo atrás, porque lo más perverso sería patrocinar entre todos a una cuadrilla de violadores, sobre quienes después no tendríamos autoridad moral para pedirles cuentas.

Tampoco queremos que para castigar a los curas violadores nos salgan con el cuento chimbo de la excomunión, un concepto tan etéreo y confuso que ni ellos mismos no comprenden o no saben explicarlo. No, queremos la cárcel y el escarnio público, porque eso de la excomunión es como si la Procuraduría General de la Nación decidiera abrirle pliego de cargos al alcalde de la ciudad de hierro por tráfico de influencias, o como si la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes le iniciara una investigación por corrupción al presidente del país de las maravillas de Alicia.

Hoy más que nunca requerimos de los curas esforzados y honestos, de esos verdaderos vicarios de Cristo, esmerados en el bienestar de tantos millones de fieles que anhelan un guía espiritual virtuoso en todos los aspectos, porque no sería extraño, que sean ustedes, los que desde el anonimato estén llamados a salvar una fe que lentamente pierde credibilidad, para que de nuevo tengamos una iglesia remosante de esperanza, una iglesia donde Cristo perviva gracias a ella y no a pesar de ella como en el presente ocurre.

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